Infancias en el altar de los clicks y la facturación

De cara al día de les niñes, decidimos hablar de elles largo y tendido.

Unas semanas atrás, tuvimos fuertes debates disparados por dos casos diferentes: una influencer que contó sobre su lucha con trastornos en la alimentación, una joven princesa europea que lleva años luchando contra el bulling por “gorda”. Se habló de cuerpos, de medios, responsabilidad y feminismo. O por lo menos de eso hablamos nosotras. Pero una conexión entre ambas mujeres jóvenes se pasó por alto: las dos se vieron expuestas al ojo público desde su niñez y sufrieron presiones extra por pertenecer a familias que son parte del sistema de las celebridades.

Es una cuestión que venimos notando con creciente preocupación. Ya no alcanza con que les famoses expongan sus vidas personales, hagan de sus cuerpos, sus comidas, su ejercicio y sus consumos una cartelera publicitaria, ya que como sabemos, atrás de cada “recomendación” hay un pago por esa publicidad encubierta, prohibida en el caso de los medios de comunicación, pero todavía habilitada en las redes. Así como se exponen todos los aspectos de la vida de estas personas, cada vez más son los que exponen a sus hijes. Les niñes resultan ser carnada para conseguir más seguidores y por supuesto, cómo no decirlo, son una vidriera para otras categorías de productos.

En ese proceder, y con total descuido, se está formando una identidad digital y un registro de sus vidas sobre las que les niñes no tienen ningún poder ni incidencia. Son niñes. Tampoco lo tendrán cuando sean mayores porque esas imágenes de sus vidas que nunca consintieron seguirán circulando y accesibles para quienes quieran verlas. Mientras tanto, los medios tradicionales se deleitan ante esta oportunidad. Durante años se vieron obligados por ley a ocultar las caras de los menores, y la mayoría de les famoses guardaban celosamente a su prole de la invasión mediática. Ahora muchos los ofrecen en sacrificio voluntario al altar de los clicks y la facturación.

Si hay dinero ¿es un juego?
A veces nos pasa que cuando abrimos la conversación sobre estos temas recibimos como respuesta “a los chicos les encanta”, “es un juego”, “se divierten”, “les gusta que les saquemos fotos/videos”.

Pero en definitiva estamos hablando de niñes que no pueden evaluar hoy, en su infancia, las consecuencias que estos actos tendrán en sus vidas en el futuro no tan lejano. No tienen las herramientas para evaluar las consecuencias de la exposición en el presente, por ejemplo las implicancias de su vida sea pública y no privada. Que cualquier persona les reconozca en cualquier lugar y se sienta con derecho a acercarse, tocarles, por la proximidad que da la exposición, que sus imágenes pasen a poblar páginas de pedofilia en la dark internet, que sus imágenes circulen por la web sin que tengan ningún control sobre eso el resto de sus vidas.

Lo que les niñes tampoco tienen la posibilidad de evaluar, juzgar y decidir es que atrás de esto que genera comentarios y likes, lo que circula es dinero, por publicidad encubierta o explícita a marcas de ropa, de juguetes, lugares de entretenimiento, pañales, electrodomésticos, bebidas, alimentos, o tortas de cumpleaños, todo lo que se pueda promocionar aparecerá arrobado en las publicaciones. Entonces ¿es un juego? ¿o es un negocio? ¿Sigue siendo un juego cuando la exposición de les niñes genera facturación e ingresos? A más seguidores más sube el precio de lo que las empresas que pretenden publicitar sus productos de esta manera deben pagar.

¿Quiénes son y qué hacen eses niñes?
La pregunta de todos modos es otra vez ¿qué nos muestran? ¿Cuáles son les niñes visibles? ¿Qué niñes pueden ser “it babies” o it girls? ¿Cuáles son les niñes escogidos por las marcas para vender sus productos?

No hay sorpresa de ninguna naturaleza, serán les niñes de piel blanca, de cabello rubio, en general de ojos claros, en general con cuerpos delgados, no hay más. Dignes hijes de sus ma/padres que encarnan el modelo de belleza que les hace visibles a elles y a su prole. Cómo si asistiéramos a la historia de verdaderas dinastías, nos encontramos con varias generaciones de integrantes del mismo grupo de “celebridades” que llegan a serlo, cómo “la realeza” sin que se les conozca más mérito que el de ser hijes de….

¿Qué pasa con esto? ¿Cuales son las consecuencias de solo mostrar niños y niñas de pelo rubio, piel blanca y ojos claros? ¿Qué construye? ¿Qué infancias se muestran? ¿Por qué? ¿Son esas las características físicas de la mayoría de les niñes que nacen y crecen en nuestro territorio latinoamericano? ¿Son así nuestres hijes y sus amigues? ¿Qué es esta eugenesia visual? ¿Qué imagen de la infancia se construye? ¿Cómo incide esto en niñes y adultes?

Estas construcciones racistas y clasistas contribuyen a la construcción de esta idea que dice que solo lo blanco es bello, que hay un solo tipo de personas que vale, que son merecedoras de ser visibles, mostradas y sobre todo felices.

No podemos dejar de decir que hay un blanqueamiento violento de las infancias que se nos muestran. Que es un modelo cada vez más excluyente y racista que invisibiliza a la mayoría de las infancias que incita al bullying, a la segregación y a la violencia.

Estereotipos y roles de género.
¿Y qué hacen esos niños y niñas? ¿Hacen lo mismo? ¿Qué muestran? ¿Qué se les hace mostrar?
Acá tampoco hay sorpresas, las niñas, adultizadas, imitan a sus madres o a otras mujeres adultas. Hacen lo que nos muestran que hacen las mujeres visibles, o sea… “posar”.

Posan, mostrando sus pequeños cuerpos en sus casas lujosas, se maquillan, “hacen cosas de nenas”, imitan a sus propias madres mostrando desde los 3 años tutoriales de maquillaje, reproduciendo gestos y palabras como si fueran adultas, siempre mostrando la marca de los productos con los que se maquillan. En los casos en que estas niñas no tienen sus propias cuentas estas imágenes y videos aparecen intercalados entre las de sus madres haciendo lo mismo, posando de la misma manera, mostrando sus atuendos, maquillajes o rutinas de ejercicios.

Niñas mostrando sus prendas, desfilando como adultas, exhibidas a la mirada y la crítica de millones de personas. Otras veces sexualizadas como si fuera una gracia, como si no tuviera consecuencias adoptar la gestualidad sexualizada de las mujeres adultas, fomentando performances e imitaciones de bailes, poses, comentarios, sin que estas niñas tengan la posibilidad de comprender ni evaluar los alcances de la sexualización en una sociedad donde la cultura de la violación y la pedofilia se encuentran profundamente arraigadas. Niñas que desfilan exhibiendo sus cuerpos y ropa, niñas que hacen las rutinas de ejercicios de sus madres, van al spa, o muestran recetas, y hasta hemos visto niñas utilizando los aparatos para hacerse tratamientos de belleza. ¿A qué juegan?

Mientras del otro lado, los niños aparecen en acción, haciendo, mostrando sus destrezas intelectuales o deportivas, o simplemente hablando y “haciendo reir al público” con sus ocurrencias, comiendo, (algo que nunca veremos en la niñas).

La reproducción de estos modelos no solo tiene impacto negativo en la vida de estas niñas sino que contribuye a la reproducción masiva de un modelo que nos deja en al desigualdad y la cosificación.

¿De qué se trata todo eso? ¿Se trata solo de la vulneración de los derechos de esos niños y niñas?
¿O de la reproducción de estereotipos de género que sostienen la desigualdad y el racismo estructural de la sociedad en la que vivimos, de profundizar los mismos modelos que nos cosifican y deshumanizan?

Porque mientras por un lado intentamos abrir una conversación sobre el rol de las mujeres en la sociedad, y tratamos de que las niñas crezcan mirando otros modelos, viendo a mujeres que hacen, que construyen en los diferentes ámbitos de la vida social, mientras queremos romper con la ficción de feminidad que dice que nuestro lugar en la sociedad es el de adornos, objetos de deseo y madres, ese modelo que nos ubica exclusivamente en el plano de lo doméstico y nos enferma sembrándonos la verguenza de ser como somos, dejándonos siempre en un lugar de desigualdad intentando convencernos de que ser mujeres es igual a ser irracionales, infantiles, menos inteligentes, dubitativas, que solo debemos interesarnos por el maquillaje y el esmalte de las uñas.

Mientras estamos intentado romper con estos estereotipos que les hacen creen a las niñas a partir de los 6 años que la inteligencia es una característica del género masculino y que ellas no están dotadas para las matemáticas, la ciencia, ni para ningún pensamiento complejo, sino solo para cuidar, amar y mirarse los pozos de la celulitis y los kilos que les indica la balanza. Del otro lado, vemos como estas viejas y obsoletas ficciones de lo femenino se nos siguen imponiendo, se refuerzan a través de estos nuevos dispositivos que el capitalismo y el patriarcado en una síntesis perfecta producen cada vez con más sofisticación y éxito.

Y decimos sofisticación y éxito porque estas prácticas escapan, o vienen escapando hasta ahora de ciertos consensos convertidos en controles sobre lo que se puede o no se puede mostrar/ hacer con une niñe en los medios de comunicación. En las redes casi no hay límites y menos cuando quienes exponen a les niñes son sus propios progenitores

Es cierto que el fenómeno ya no es privativo de los famosos y está tan extendido que ya tiene un nombre, “sharenting”, que combina las palabras en inglés “share”, compartir y parenting, “crianza”. Pero es claro que por el alcance y las implicaciones comerciales, su aplicación entre les influencers tiene agravantes. No hay ninguna responsabilidad con respecto a las consecuencias que estas prácticas puedan acarrear, desde ofrecer información personal a desconocidos, exposición a redes de pedofilia, poner a disposición del público material que pueda ser fuente de bulling, sentar las bases para futuros a transtornos narcisistas, alimentarios, adictivos.

¿Es que no se ha aprendido nada de las numerosas y repetidas historias de los niños y niñas estrella que arruinaron sus vidas con adicciones y problemas psiquiátricos, productos de la temprana exposición al mundo adulto? El problema nunca fue su trabajo como actores y actrices. La actuación, de hecho, les ofrece herramientas para separar la identidad del personaje de la propia, e incluso se crearon leyes laborales para asegurar la protección de los trabajadores menores de edad. El problema siempre son les adultes llenos de codicia, el acceso a un mundo de alcohol, drogas y sexo sin la madurez adecuada, y el hecho de crecer expuestos, sus cuerpos, sus acciones y sus vidas disponibles para la disección del cruel ojo público. Decenas de historias de infancias y adolescencias destrozadas y sin embargo, el modelo se perpetúa y se profundiza en sus aspectos más peligrosos.

¿Por qué si los términos y condiciones de las redes sociales exigen que los usuarios sean mayores de 13 años, se considera aceptable que la exposición mediatizada por padres es correcta a cualquier edad? ¿Qué consentimiento puede prestar a una niña o niño a que su imagen sea difundida y usada con fines comerciales? ¿La patria potestad incluye la explotación comercial infantil? Esas son algunas de las preguntas que nos hacemos y les convidamos.

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